La mejor música que he escuchado jamás se la debo al mirlo de las seis de la mañana, cuando abro la ventana del cuarto de baño mientras me afeito.
Es el heraldo de otra primavera.
Ese mirlo es un solista que cuenta, en la madrugada, con el auditorio más silencioso y los espectadores más atentos.
Y él lo sabe.
Por eso canta así.